Run Lola, run

Buenos Aires, domingo 11 de septiembre, 6am

Suena el despertador, ¿qué pasa? ¿por qué tan temprano? La ropa deportiva preparada en la silla me lo recuerda, hoy es el dia que llevo 4 meses esperando. Un poco de vitamina en forma de zumo de naranja, algo consistente como un par de tostadas con manteca y café para espabilarme. Mientras baja el desayuno, leo la carta motivadora de mi PT. PODEMOS!!!

Reloj digital, chip, dorsal, botellita de agua y vámonos que nos vamos. Micky ya me está esperando abajo. Miles de camisetas amarillas caminan hacia la intersección de Libertador y Sarmiento para enfrentarse a una de las pruebas del año: los 21k ciudad de Buenos Aires.


Ni el frescor de la mañana, ni los nervios en el estómago me quitan las ganas de empezar a correr. Mucho ambiente en los minutos previos: saltos, palmas, gritos y pistoletazo de salida. Voy con Micky el primer km, saludamos a spiderwoman un clásico de las carreras porteñas y vamos entrando en calor ya cada uno a nuestro ritmo.

No hay prisas, el objetivo es llegar. Recorro por Av. del Libertador los primeros kilómetros, casi pasando por delante de mi casa. Dejo atrás la Facultad de Derecho, Plaza Francia, el edificio de Claro... y entramos en la 9 de Julio. El primer puesto de avituallamiento marca el kilómetro 5. Al fondo el Obelisco que me servirá de referencia la primera mitad del recorrido.

Hay público en los costados animando, busco a Paula pero no la encuentro. Inmersa en un mar amarillo vamos callejeando por Microcentro, es como si la multitud te empujara a correr, van 8k y ni rastro de cansancio. De repente se me pegan los pies al suelo y tengo que ir esquivando vasos de Gatorade. Recuerdo las palabras de mi PT, no bebas en vaso que es peligroso. Y tanto que es peligroso! Casi me ahogo y encima el picor de garganta me dura varios kms... Nota mental: evitar beber en vaso durante una carrera.

Pasamos por delante de la Casa Rosada y nos adentranos en el barrio de San Telmo. Los corredores que llevo alrededor siempre son los mismos, vamos a un ritmo constante y me siento bastante cómoda. De vuelta salimos a la 9 de Julio pero esta vez en sentido contrario. El Obelisco marca ahora el km 10, es hora de poner algo de música.

El sol ya está un poco más alto y se empieza a notar su presencia. La avenida se convierte en autopista y custodiados por policías con ametralladoras atravesamos por encima la Villa 31. El último tercio del camino no es tan vistoso, naves industriales y poco más. Las plantas de los pies ya empiezan a quemar, algo se tiene que estar cociendo ahí abajo...

Sobre el km 15 me encuentro con Micky, lo paso sin que me vea y unos 10 minutos más tarde lo tengo a mi vera. Sonrisa reconfortante y palante! Dejamos atrás el polígono Costa Salguero y nos acercamos al último obstáculo de la carrera, una bajada-subida que cruza el puente de Sarmiento y te sobrecarga un poco más si cabe las piernas.

Sí, ya estamos casi, un pequeño esfuerzo más y llegamos. A lo lejos la línea de meta, se estrecha la calzada y hay público que a pesar de no conocerte de nada te alienta como si se le fuera la vida en ello. No se de donde pero sacamos fuerzas para apretar el ritmo. Cogidos de la mano y casi sprintando llegamos a la meta. Los vellos como escarpias, la piel de gallina, adrenalina en estado puro, felicidad extrema.... y rompo a llorar como una magdalena.


21,097 km corriendo por Buenos Aires. Bonita forma de ponerle guinda a un año espectacular.
Lola.-